Jonathan caminaba por la 9 de octubre para
llegar a su colegio. Era un estudiante flaco, poco agraciado, pero muy
inteligente de quinto sociales (vale la pena aclarar, porque esta es la razón
de muchas de sus desgracias). Se vio envuelto en un pleito donde todos pegaban
menos él. Lo dejaron tirado en el suelo y le gritaron“¡maricón!”
Andrés desde una esquina vio todo, aunque
Jonathan era su amigo no pudo meterse. Tuvo miedo. Después del pleito se acercó y sin cruzar palabra lo ayudo a
recoger sus cosas.
- No sé en qué cuento leí que la forma más
segura para matar a alguien es “cuando todo el mundo este mirando a otra cosa”-
dijo Jonathan mientras se agachaba a
coger su libro nuevo de García Lorca.
-Tranquilo, viejo -dijo Andrés mientras le
ayudaba a levantar unos últimos bolígrafos.
- En ese solo instante se puede hacer lo que
sea, en un espacio lleno de gente, sin que nadie lo notase. Por el contrario si
se busca la soledad, tal vez nunca se la encuentre. Puede haber alguien bajo la
cama. Alguien puede mirar de una ventana a otra, mientras se despereza, como estrangulamos
a nuestra víctima. Se puede ser visto por un vagabundo confundido en la basura,
mientras apuñalamos en la calle a nuestro querido amigo, Lince.- dijo Jonathan.
Lince era el encargado de incitar a burlarse de
todos los chicos que escogieron sociales. Muchos ya se habían cambiado de
especialización por ese motivo. Estudiaba
empresariales y venia de una familia muy adinerada del norte de Guayaquil.
Andrés era mucho más práctico, por él, si
fuera posible no mancharse las manos mejor. Quería contratar a unos sicarios.
Él quería matarlo y ya, mientras Jonathan quería disfrutar, ver al infeliz
sufriendo y saber que lo último que vió antes de su patética muerte, fue su
cara, esa cara que consideraba Lince
como “un perdedor que lee mentiras inservibles y que escribe bobadas.”
-¡Pues bien, ahora estas mentiras “inservibles”
las utilizare para algo!- dijo Jonathan
-Viejo es solo literatura, si quieres hacerlo,
hazlo bien, no basándote en un cuento.- dijo Andrés.
-Hay que matarlo a plena luz del día, cuando
la calle este llena de personas transitando sin miedo, cuando el guardia este
comprando un pastelito en la esquina, cuando todo el mundo este felizmente
distraído nosotros lo mataremos.- dijo Jonathan
Andrés ya no dijo más.
-Lo mataremos después de la clase de literatura.
Lo seguiremos al centro y antes que pudiera entrar al edificio donde su padre trabaja… adiós.-
**
Lince murió. No se sabe muy bien como pasó,
ni quién lo hizo. En una tienda abajo del edificio Orellana en el centro de la
ciudad veían el partido de fútbol, entre Ecuador y Polonia. Era el mundial del
2006, en el primer gol de Ecuador, le cortaron la garganta mientras saltaba y
cayó muerto.
Por esos tiempos también murió mucha gente,
la mamá de Jonathan falleció de un paro al corazón, en pleno restaurante,
después de una disputa sobre el futuro de su hijo. Según los doctores por
sobredosis (la señora no tomaba ningún tipo de pastillas). Hasta Andrés murió
mientras hacia las compras, después de conseguir un trabajo, como contador en
una empresa vinculada a la familia de
Lince.
Muchos años después el padre de Jonathan encontró
un diario mientras limpiaba el cuarto de su hijo, lo abrió y leyó algunas
partes, algunos escritos, eran poemas cursis de un chico de 16 años y otros
parecían cuentos.
El papá se fijo en uno que estaba tan bien
estructurado que parecía un plan para matar a alguien. -Es solo literatura-
dijo y boto el cuaderno. Al siguiente día Jonathan estaba firmando el documento
de las escrituras de la casa. Su padre murió.
Jonathan ahora está en la universidad, más
solo que nunca y mas metido en ese mundo literario. Pero sigue escribiendo
cosas que parecen cuentos.